La reconversión de oficinas y otros locales en puntos logísticos, para distribuir productos en forma más rápida y eficiente, es una tendencia en aumento que ayuda a consolidar el comercio electrónico.
‘Hoy, el e-commerce es cada vez más confiable desde el punto tecnológico y también, logístico’, destaca Andrés Amigo, académico de la Facultad de Administración y Economía de la Universidad de Santiago (Usach). Pero una vez consolidadas estas dos condiciones, vino la exigencia de prestar el servicio en forma rápida y allí lo más complejo ha sido la distribución de la última milla, concepto con el que se conoce la entrega de productos a los clientes finales. Ello, por un tema de distancia y volumen del producto.
La creciente demanda de entregas rápidas y eficientes ha llevado a muchas empresas a buscar ubicaciones de entrega más cercanas a sus clientes, lo que ha dado lugar a la reconversión de oficinas y pequeños locales comerciales —que hoy tienen sobreoferta porque el teletrabajo ha reducido su ocupación— en pequeñas bodegas para la última milla. Se han privilegiado los ubicados en zonas urbanas centrales o estratégicas, ya que permiten a las empresas acelerar sus entregas a los clientes en áreas densamente pobladas.
De esta forma, se produce un rediseño de las redes de distribución y el modelo clásico de la gran bodega alejada de los centros urbanos que abastecía al retail y los supermercados, explica Julio Villalobos, director del Centro de Transporte y Logística de la Universidad Andrés Bello. ‘Para eso no queda otra alternativa que poner los productos a disposición en las cercanías de los lugares de consumo’, señala.
Coincide el académico de la Usach. ‘Una de las claves de los modelos de distribución es justamente estar bien ubicados, entonces aparecen todos estos almacenes negros (black stores), que son lugares tradicionalmente destinados a oficinas que hoy se transforman en un punto de distribución, un nodo logístico. Todos estos nodos pequeños buscan tener la capacidad y la proximidad para un modelo de distribución más fino, más preciso’.
Generalmente se prefieren las oficinas próximas a los primeros pisos para estar cerca de los estacionamientos, lo que permite cargar rápidamente los vehículos.
En estas pequeñas bodegas se maneja el producto y sirven como puntos de distribución. Normalmente no interactúan directamente con el cliente y se conocen como black stores justamente porque controlan la actividad detrás del e-commerce. Esto está pasando con oficinas y también con muchos locales comerciales que se están reconvirtiendo rápidamente por resultarles más conveniente.
Esto está ocurriendo incluso con los restaurantes. Amigo destaca experiencias en Chile en que se han juntado varios emprendedores para armar cocinas virtuales y venden a través de aplicaciones como Pedidos Ya. ‘Ahí tienes un nodo logístico evidentemente. Para un ojo no experto, es un restaurante que está operando sin mesa y donde se ‘clusteriza’ la actividad, porque varios comparten la cocina e instalación, pero cada uno hace su propio modelo de negocio y vende a través de la aplicación. Es un modo de operaciones en que se agrega valor, se está cerca del cliente y tienes la capacidad de distribuir rápido’, destaca el académico de la Usach.
Economía colaborativa
Los hogares particulares también pueden ser centros de distribución. ‘Yo en mi casa puedo contar con un pequeño garaje o con una bodega y la puedo poner a disposición de alguno de estos actores para que en la noche vengan, dejen sus cosas y en el día pasen repartidores y hagan sus entregas urgentes localizadas y rápidas en un sector’, comenta Villalobos, lo que destaca como un ejemplo de economía colaborativa que ya está ocurriendo en diversos países.
Para Villalobos, la ventaja de todo este modelo es que se trata de un servicio que hasta hace poco no había, con tiempos de respuesta mucho más rápidos a las necesidades del cliente y cada vez más sofisticado, ya que la localización o el manejo de stock se hace en función de los datos que la gente va registrando cada vez que hace una compra. Esto permite desarrollar modelos de localización que optimizan movimientos y respuesta.
Pero también identifica externalidades negativas. ‘Contar con un producto en tres o dos horas desde que uno hace clic supone vehículos que no logran llenar toda su capacidad para armar el pedido, lo que implica mayores desplazamientos y un incremento de la congestión, y también puede haber algún incremento de los costos’, advierte Villalobos, quien cree que esto aún requiere de un monitoreo más detallado.
A su juicio, esta modalidad funciona especialmente para productos que tienen una mayor rotación y una venta asegurada en territorios acotados.